Camila estaba frente al espejo. Los ojos tristes, la piel seca y demacrada, solo húmeda en los lugares del rostro por donde se habían arrastrado sus recientes lágrimas. Su cabello negro ahora enmarañado, había perdido la forma tan bonita en que se lo había dejado hacía solo dos días, su peluquero favorito. Su corazón latía violentamente...
Probablemente don Roberto nunca pensó que a estas alturas de su vida lloraría. Cada lágrima que resbalaba por sus macilentas mejillas era para él como una traición consigo mismo, al parecer, nunca nada había cambiado, el dolor que de joven había sufrido en el alma hoy volvía a tocar su puerta y él estaba de nuevo contemplando sus frustraciones...
Probablemente don Roberto nunca pensó que a estas alturas de su vida lloraría. Cada lágrima que resbalaba por sus macilentas mejillas era para él como una traición consigo mismo, al parecer, nunca nada había cambiado, el dolor que de joven había sufrido en el alma hoy volvía a tocar su puerta y él estaba de nuevo contemplando sus frustraciones...
Probablemente don Roberto nunca pensó que a estas alturas de su vida lloraría. Cada lágrima que resbalaba por sus macilentas mejillas era para él como una traición consigo mismo, al parecer, nunca nada había cambiado, el dolor que de joven había sufrido en el alma hoy volvía a tocar su puerta y él estaba de nuevo contemplando sus frustraciones...